Decía Cristóbal Balenciaga que «un buen modisto debe ser: arquitecto para los patrones, escultor para la forma, pintor para los dibujos, músico para la armonía y filósofo para la medida». La biografía de Balenciaga, que cultivó la discreción como filosofía de vida, ha sido estudiada, hasta la saciedad por los estudiantes de moda. Sin embargo, a Balenciaga no le gustaba la prensa, según su juicio conceder entrevistas era perder parte de su precioso tiempo, así que tenemos pocos datos de sus inicios. 

Se cuenta que su primera introducción a la moda fue de la mano de su madre, costurera de oficio, y que un día la marquesa de Casa Torres (abuela de la Reina Fabiola de Bélgica) que veraneaba en Guetaria, decidió plantearle un reto al joven aprendiz de 14 años. Le proporcionó un pedazo de tela y un vestido y le animó a copiarlo, cosa que hizo impecablemente, sorprendiendo a la noble que a partir de ese momento se convirtió en su mecenas.