
Nosotros sí sabemos quién eres tú, pero para los lectores que no te conozcan, dinos: ¿quién es Suso Mourelo?
Bueno, pues sobre todo soy un viajero al que le gusta escribir y que hace un tiempo empezó a viajar a Japón y se quedó prendado de ese país, de la cultura, de la historia, de las tradiciones, de la realeza, del arte. Y desde entonces, resido allí parte del tiempo y me dedico a escribir, a contar lo que veo allí, lo que me gusta de esta sociedad, de esa cultura, lo que me parece más sorprendente, lo que es diferente o aquellas muestras que han dado, por ejemplo, grandes artistas de Japón, como este último libro sobre el Monte Fuji.
Sí, de hecho, si vemos tu trayectoria tienes un montón de narrativa de viaje y la gran mayoría gira alrededor de la cultura asiática. No solo Japón, sino también China, ¿no?
Sí. El primer viaje largo que hice hace ya bastante tiempo, fue a China justo en el cambio de siglo y pasé allí un tiempo, unos meses, y me quedé muy sorprendido de cómo era ese país que apenas conocíamos. En aquel entonces, de China se sabía muy poco y muchas noticias llegaban con prejuicios y con mala información. Y entonces yo estuve recorriendo el país, que me fascinó esta voy recorriendo más o menos a través del río Yangtzé y fue un país que me sorprendió gratamente.
Descubrí muchas cosas, descubrí una forma también de vida que era un poco diferente a la vida occidental en general. Y ahí fue donde yo escribí mi primer libro, «Adiós a China». Y me gustó tanto realmente aquel lugar y aquella experiencia que luego continúe viajando por China.
El siguiente gran viaje que hice fue a Mongolia, donde estuve recorriendo el país, buscando los lugares donde se dice que puede estar enterrado Gengis Khan y lo convertí también en libro.
Realmente esta región es el territorio de mi búsqueda, de mi exploración, de mi caminar.
¿Qué te lleva a viajar así: mezclando curiosidad cultural con el amor por viajar? ¿Qué es lo que motiva cada viaje?
Pues en general, algo que he leído antes, algo que he descubierto. Por ejemplo, en el caso de China, me fui en aquella ocasión porque había escrito un relato en el que aparecía un personaje que era chino y estaba buscando información. Y como en aquel momento era un poco difícil encontrar algunas informaciones sobre China, pues durante un tiempo estuve haciendo una búsqueda de libros y de documentos y encontré la poesía china, por ejemplo, que me gustó mucho.
En el caso de Japón, por ejemplo, es más reciente. Previamente había estado leyendo muchas novelas japonesas, cientos de novelas japonesas. Entonces me apetecía ir a los lugares donde se desarrollaban las novelas que me gustaban. En general, podríamos decir que casi siempre es una búsqueda de algo cultural que me ha llamado la atención. Y luego lo que intento es hacer una especie de búsqueda real de algo real de alguna forma, pero es literatura.
Pero, bueno, ya que no es exactamente tangible, esa es más o menos la idea de cómo surge todo.
Eres —como se dice ahora— un verdadero nómada digital. Porque realmente va a trabajar, pero al mismo tiempo a disfrutar del viaje, ¿no? Una cosa que te iba a preguntar solo por curiosidad, ¿sabes chino o japonés? ¿Te apañas en alguno de estos idiomas?
Pues la primera vez que fui a China, el año anterior estuve estudiando chino. Para entenderme un poco más. Es un idioma muy difícil. Es más difícil el chino que japonés incluso. Pero siempre con un poco de buena voluntad, aunque no tengas un conocimiento profundo, como en mi caso, siempre vas a poder comunicarte un poco y la gente lo va a agradecer. Igual que cuando viene la gente aquí, a España, a nosotros nos gusta que haga el esfuerzo de hablar aunque sea 4 o 5 palabras, pues es algo parecido.
Si estás en un sitio vas aprendiendo a decir algunas palabras, algunas expresiones más, hablando algo, con lo cual siempre poco a poco puedes mejorar. Yo no es que sea un gran conocedor de idiomas, me cuesta hablar bien estos idiomas, sobre todo tan complicados. Pero, bueno, poco a poco voy tratando de decir algo, alguna cosa, de aprender, de mejorar, de leer algo que me pueda ayudar a hacerme entender.
¿Por qué decidisteis ahora escribir el libro sobre el monte Fuji? Porque tú ya habías tocado en libros anteriores el arte japonés. Entonces, ¿por qué centrarte ahora en el monte Fuji?
Hace ya mucho tiempo, hace diez años, yo vivía en Estados Unidos y allí trabajaba en el Museo de Arte de Indianápolis. En ese museo había una colección muy buena, muy grande, de arte asiático y en gran medida de arte japonés. En aquella época fue realmente cuando tuve más acceso al conocimiento del arte japonés y coincidió un poco con el comienzo de la lectura de novelas japonesas.
Aunque yo vivía en Estados Unidos, tenía un ambiente cultural japonés, porque trabajaba cerca de de arte japonés y leía novelas japonesas. Poco después, cuando decidí ya irme a Japón, llevaba esta idea en la cabeza. Investigar a los grandes artistas del Ukiyo-e, Hokusai Hiroshige, entre otros.
Y entonces empecé a pensar cómo contar algo que reuniera a Hiroshige y a Hokusai. La idea era primero explicar un poco la época en la que vivieron: el período Edo es un periodo de cambio, un periodo muy largo en el que Japón estuvo encerrado. Podríamos decir que estos artistas son en gran medida los los narradores visuales y gráficos de ese momento. A mí me fascinaba y me encanta.
Primero, como tú dices, conté el mundo de Hokusai en el período Edo, con la idea de hacer un segundo libro que tuviera que ver con Hiroshigue, en el que estoy trabajando actualmente. Pero mientras tanto se me me ocurrió hacer una especie de paraguas o de casa común en la que ambos artistas estuvieran también reflejados. Porque me parecía que era un poco un acto de justicia no sólo contar lo que había hecho uno y lo que había hecho otro, sino abrazarlos a los dos en algo común.
Y algo común es que los dos hicieron una serie que se llama «Treinta y seis vistas de Monte Fuji», muy cerca en el tiempo. Hokusai la hizo primero e Hiroshige después. Los dos, prácticamente al final de su vida. Fue realmente el legado que ellos dejaron al arte, su último gran trabajo.
Esto, que los unía a ambos, me daba la oportunidad de hacer ese marco común entre Hiroshige y Hokusai. Por eso pensé que esta idea podía estar bien para ver lo que los unía, pero también las diferencias, porque hay libros sobre uno y sobre otro, pero creo que no hay en realidad algunos que comparen o que confronten las dos series de los dos artistas.
Además, con el icono del monte Fuji, que condiciona la vida de los dos. El libro «Treinta y seis vistas del monte Fuji» muestra no solo la importancia del monte como símbolo sino todo lo que se hacía alrededor: la vida, las costumbres…
Desde que aparece el cuento del cortador de Bambú, en el siglo X, se ve la influencia del monte en el arte y en la literatura japonesa. Y luego en la religión. En las dos religiones principales japonesas: en el hinduismo que es la religión local, y en el budismo que es la religión importada, la montaña es un lugar que se considera sagrado y a donde se hacían peregrinaciones y donde se supone además que vive una diosa.
Entonces, para la gente japonesa del período Edo y desde antes incluso, el monte Fuji era un lugar de peregrinación. Y tal es así que, como había mucha gente que no podía ir porque los caminos eran malos en aquella época o porque era caro el el viaje, en las ciudades, en Tokio, fundamentalmente (que en aquella época se llamaba Edo) empezaron a construir unas pequeñas montañitas. una reproducción a escala del monte, pero también un lugar que se podía ascender, ya que no podían hacer la peregrinación verdadera, hacían esa pequeña peregrinación a un monte pequeñito que representaba el monte verdadero.
Para ellos siempre ha sido un lugar de peregrinación religiosa y al mismo tiempo de deseo artístico. Ha aparecido en la literatura, en la poesía fundamentalmente, y en muchas de las novelas posteriores.
¿Cómo crees tú que han influido estos artistas en el el arte posterior? Porque, incluso sin saber de arte, casi todos nosotros hemos visto el cuadro de «La gran ola».
Lógicamente, han inlfuido bastante porque ambos tenían una fuerza inmensa. La época en la que se hacen estas series coincide un poco con el fin del período glorioso del grabado japonés. Realmente es el broche final. Un legado. Ya poco más se hizo después que tuviera una gran calidad. Casi fue un cierre.
Ahora bien, lo que sucede es que algunos de los personajes que pinta Hokusai están basados en su estudio del movimiento y de las personas, y eso, ese concepto ha influido posteriormente en el diseño, en el dibujo japonés, incluso hasta en el manga actual.
Pero en lo que se refiere al paisaje, incluso han influido más en Europa. Artistas como Van Gogh copiaron muchas de las imágenes que hicieron Hiroshige y hokusai. En la Europa posterior, se tomaron estos modelos japoneses de paisaje como referencia y se reprodujeron y se copiaron una y otra vez; o se copiaron o se adaptaron, digamos, al gusto europeo.
Nos has dicho que estabas escribiendo un tercer libro centrado en Hiroshige ¿Qué proyectos tienes ahora en mente?
Este libro —el libro sobre Hiroshige— no es un proyecto urgente, porque el libro primero sobre Hokusai salió hace un año, ahora quiero centrarme también en la difusión de este libro de «Treinta y seis vistas del monte Fuji» Entonces el otro, bueno, tampoco tiene mucha urgencia. De momento yo continúo escribiendo. Pero, como soy un poco supersticioso o maniático, no me gusta mucho decir lo que estoy haciendo. Pero en fin…estoy en un proyecto que integra elementos de ficción y no ficción. Y eso es lo que estoy haciendo estos días.
Y esperando hacer más viajes. De todas formas, pasado mañana me voy a un pueblo del Pirineo en Lleida a dar unas charlas sobre literatura japonesa y sobre arte japonés precisamente. Y tengo previstas otra serie de conferencias a lo largo del verano relacionadas con Japón y el arte. Y, cuando los japoneses abran las puertas, allí me tendrán de nuevo.
Volverás a casa.
Volveré a casa.
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