
Decía Cristóbal Balenciaga que «un buen modisto debe ser: arquitecto para los patrones, escultor para la forma, pintor para los dibujos, músico para la armonía y filósofo para la medida». La biografía de Balenciaga, que cultivó la discreción como filosofía de vida, ha sido estudiada, hasta la saciedad por los estudiantes de moda. Sin embargo, a Balenciaga no le gustaba la prensa, según su juicio conceder entrevistas era perder parte de su precioso tiempo, así que tenemos pocos datos de sus inicios.
Se cuenta que su primera introducción a la moda fue de la mano de su madre, costurera de oficio, y que un día la marquesa de Casa Torres (abuela de la Reina Fabiola de Bélgica) que veraneaba en Guetaria, decidió plantearle un reto al joven aprendiz de 14 años. Le proporcionó un pedazo de tela y un vestido y le animó a copiarlo, cosa que hizo impecablemente, sorprendiendo a la noble que a partir de ese momento se convirtió en su mecenas.
Balenciaga se formó en San Sebastián, un sitio de veraneo bastante popular entre las clases altas españolas y europeas, lo que le sirvió para entrar en contacto con determinadas personas a las que de otra manera no hubiera tenido acceso. Cuando, en 1917, decidió con la ayuda de su hermana, abrir su taller de costura, fue ganando prestigio con rapidez entre la alta aristocracia. En 1924, consigue expandirse a Madrid y posteriormente, a Barcelona.
Su religión era la ropa. Una vez abierto Eisa (una versión abreviada de Eisaguirre, el apellido de su madre), sus locales en Madrid, Balenciaga hizo frecuentes viajes a París, donde compró ropa de diseñadores a los que admiraba, como Chanel, Vionnet o Schiaparelli, que luego desmontaba en sus talleres para poder aprender los trucos de estos diseñadores.
Cuando estalló la Guerra Civil, Balenciaga —que apoyaba las ideas de la II República— se exilia voluntariamente en París.
¿Cómo resumir para niños la biografía de Balenciaga y sus logros?
Como él mismo dijo, «la elegancia es eliminación». La austera sencillez de sus diseños hizo que a principios de los años 50, junto con Christian Dior (al que admiraba), fuera uno de los líderes de la moda parisina. Sus prendas eran concebidas no para complacer a sus clientes, sino su propia obsesión por la moda. Todos sus vestidos eran un trabajo en progreso, una exploración de ideas y formas de usar los tejidos, que muchas veces cortaba él mismo. Se involucraba en todo el proceso de diseño.
Es llamado el padre de la alta costura porque solo una vez se acercó al prêt-à-porter, cuando accedió a diseñar los uniformes de las azafatas de Air France, uno de sus últimos trabajos. Aún así, sus creaciones se caracterizan por la pureza de líneas y la comodidad. «La mujer debe andar de manera natural y no sentirse insegura en cada paso», decía.
Marcó la moda hasta mayo del 68, momento en el que la Alta Costura empieza a perder presencia frente al prêt-à-porter. El modisto que nunca quiso presentar colecciones de moda casual, decide echar el cierre y volver a España. Su último trabajo fue el vestido de novia de Carmen Martínez Bordiú, la nieta de Franco.
Sus colecciones han formado parte de exposiciones en los principales museos del mundo, desde el Metropolitan Museum de Nueva York hasta Tokio. Pero el mayor despliegue de su obra está en el Museo que lleva su nombre, en Guetaria, abierto en 2011, con un espacio de unos 9000 metros cuadrados en su honor que exponen unas 1200 piezas.
Sin duda, uno de los mayores modistos de todos los tiempos. Por eso, hemos querido que los niños se acerquen a la figura —siempre profesional y creativa de este genio— en un libro ilustrado biográfico (que comparte con la maravillosa cantante María Callas).
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