
El ranking de Forbes de personas millonarias cada vez tiene más mujeres entre sus líneas. Algunas de ellas son mujeres que comparten su fortuna con la familia, como la alemana Beate Heister, co-heredera junto a su hermano de los supermercados Aldi o la japonesa Keiko Erikawa, que junto a su esposo, son los dueños del desarrollador de videojuegos Koei Tecmo Holdings Co.
Sin embargo, en nuestro ensayo de Grandes magnates de la historia solo hay una . Pero es una que encabeza todos los rankings. La mujer más rica del mundo se llama Françoise Bettencourt y es la nieta de Eugène Schueller, fundador de L’Oreal, el gigante de los cosméticos. Desde que Schueller la fundara en 1909, L’Oreal se convirtió en una de las principales empresas de cosmética del mundo, gracias a las marcas que la forman (como Urban Decay, Khiel’s, Maybellines, etc). La cifra de la fortuna de Françoise según Forbes es de 43.630 millones de euros.
Y podríamos decir irónicamente que Françoise está ahí «porque ella lo vale».
Porque la gestión que ha realizado en el grupo desde que lo heredó en 2017, ha incrementado su valor en el mercado. Su marido —Jean Pierre Meyers— vicepresidente de L’Oreal y de Thetys (el holding que controla las inversiones de la familia) también ha ayudado a que eso se haga realidad.
Françoise fue una pobre niña rica. Siempre ha odiado ser el centro de atención y ha evitado las apariciones en medios tanto como le es posible. Su madre la hiperprotegía temiendo que la secuestraran y, aparte de estudiar en centros privados y muy exclusivos, iba siempre acompañada de guardaespaldas.
Eso hizo que se tornara una persona introvertida, que disfruta refugiándose en la lectura y en la música (es una pianista bastante notable). Ha publicado varios libros de ensayo sobre religión. Cosa que puede sorprender pero que se entiende cuando sabemos que, a pesar de su crianza católica, Françoise se decidió a convertirse al judaísmo al casarse con Jean-Pierre, nieto de un rabino que encontró la muerte en los campos de concentración nazis, y crió a sus dos hijos —Jean-Víctor y Nicolás— en esta religión.
En ese sentido, la heredera ha hecho un esfuerzo considerable por potenciar el entendimiento entre religiones. Un terreno bastante espinoso para su familia, dado que su padre —que ejerció como ministro en varios ministerios bajo los gobiernos de Pierre Mendès France y Charles de Gaulle— fue acusado de colaboracionista de los nazis durante la Segunda Guerra Mundial.
El escándalo en la familia de Françoise Bettencourt
Sin embargo, el escándalo que le hizo ocupar las portadas de los tabloides sensacionalistas no fue el tema religioso sino la denuncia que Françoise hizo en 2008 al fotógrafo François-Marie Banier al que su madre había hecho regalos por valor de 1300 millones de euros a lo largo de veinte años.
La batalla legal que siguió descubrió que Françoise tenía razón. Banier no solo se estaba aprovechando de la inmensa riqueza de su madre (y de un inicio de demencia en los últimos años), sino también un puñado de personas cercanas a la familia. El caso salpicó incluso al ex-presidente de Francia Nicolas Sarkozy. Y abrió una brecha en la relación entre madre e hija, que nunca fueron muy afines.
Si es verdad que el nombre de los magnates masculinos que integran la obra de ensayo de Mencía Suter nos suenan a todos, es posible que el nombre de Françoise Bettencourt haya pasado más desapercibido. Es verdad que, por propia iniciativa, es una persona que raramente aparece en los titulares de los tabloides. Pero no olvidemos que encabeza la lista de mujeres más ricas del mundo.
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