
Las obras de arte —un tesoro que refleja la evolución de la humanidad a lo largo de los siglos— son también un decorado maravilloso para la ficción. No solo son objeto de un lucrativo mercado de la falsificación, sino que están relacionadas con un tráfico de dinero estratosférico que lleva a oscuras conexiones entre el mundo del arte y el lado oscuro de la ley.
Por supuesto, esto es algo que no pasa desapercibido para los escritores de novela negra y policiaca, para deleite de sus lectores. Y a nosotros, que somos amantes de los objetos de arte —como puedes comprobar en nuestro catálogo— y de la novela negra, tampoco.
La ficción en el mundo del arte nos permite verlo todo desde la barrera, desde una distancia de seguridad que nos hace invulnerables, y que al mismo tiempo satisface nuestra necesidad tanto de belleza como de emociones fuertes sin correr ningún peligro.
Porque el arte en la novela policiaca tiene dos caras: fascinación y horror.
Se mezcla en la trama la crueldad de un asesinato con la curiosidad morbosa del que entiende que el arte está también ahí, en la mente de un asesino. Un arte no apto para estómagos delicados.
Mia Golding descubre un macabro hallazgo —que no te contamos para que tú también lo descubras— en la mayor exposición de arte contemporáneo de la historia. Y eso lleva a Idoia Iturri a un nuevo caso. Esta vez, en Madrid.
Vuelve Juan Yanni después del éxito de «Culpa» con una novela ambientada en el mundo del arte. En el que las protagonistas no son aquellas mujeres clásicas y terribles de la novela negra (prostitutas, mujeres fatales, víctimas, esposas…) sino personajes femeninos poderosos, diferentes. Fuera del estereotipo por completo.
Iturri se pasea por las páginas de este nuevo caso en el que desearíamos acompañarla para visitar esos espacios en los que transcurre la acción: Madrid, Formentera, Londres, Siberia… Aunque está claro que leemos porque queremos saber qué hay detrás del macabro descubrimiento que abre la novela, qué se esconde tras el misterio planteado.
La novela policiaca es el placer del rompecabezas para el lector, del juego de la lógica. El enigma y su resolución en estado puro. Como dice Hércules Poirot en Cita con la muerte «la absoluta lógica de los acontecimientos es siempre fascinante y ordenada».
Cuando mezclamos arte y novela negra, constatamos el desorden del primero para dar ingredientes a la segunda. No es tan fácil distinguir entonces entre bien y mal.
Al pulsar las pasiones del ser humano, esas que le llevan a medrar en el mundo del arte, devolvemos el asesinato a la ficción inteligente, a los motivos detrás del cadáver, creando un juego de ingenio en un ambiente de lo más sofisticado.
El arte, en este caso, no es un elemento más de la trama sino un recurso narrativo capaz de sostener todo un telón de fondo por el que se mueven los personajes. Como si fuera un campo de batalla para Iturri y Mia Golding.
Los motivos por los que unir arte y literatura son tan variados (y por lo general tan beneficiosos para las tramas literarias) que escapan a este artículo. Por ejemplo, Donna Tart ganó el Pulitzer por El jilguero, que empieza en el Museo Metropolitano de Nueva York y marca la vida de su protagonista con un cuadro. Arte que está hecho para la contemplación del lector, arte vivo.
Si uno quiere saber qué hace un artista, basta con visitar un museo, pero si uno quiere conocer el mundo del arte, tal vez deba leer novelas como «Alma».
Porque nos acerca a los fracasos y a las miserias, a todas esas bambalinas que no vemos al contemplar los cuadros en una galería.